sábado, 28 de mayo de 2011

Leónidas

Cuando se quiere mostrar un ejemplo de compromiso ciudadano, solemos acudir a personajes tan memorables como Sócrates o Cicerón, que murieron defendiendo aquello en lo que creían. Ciertamente, la Antigüedad grecorromana está llena de ejemplares personajes que sufrieron un martirio laico cuando intentaban defender la libertad y la dignidad del hombre.

Siempre me ha fascinado la figura de Leónidas, el rey de Esparta que comandó al ejército griego en la famosísima batalla de las Termópilas. Desde Heródoto hasta nuestros días, aquella expedición en la que participaron, aparte de muchos otros griegos -las fuentes modernas se mueven en unas cifras entre los 7000 y los 14000 soldados helenos-, 300 espartiatas, se ha convertido el lance bélico en un ejemplo de heroísmo temerarioy romántico. El ejemplo más reciente es el filme "300"
donde la muerte de Leónidas alcanza unos tremebundos y muy emocionantes niveles dramáticos donde la tragedia griega, la histórica y la cinematográfica van de la mano.

Más allá de la leyenda, el ejemplo de los griegos que se enfrentaron al ejército persa es sin duda loable. Xerxes, en el 480, diez años después de la batalla de Maratón, amenazaba las ciudades de la Grecia continental con un ejército numerosísimo. Muchos helenos, en lugar de amilanarse, mientras Atenas no se decidía a participar en este primer contingente, crean una ejército que, fuese del tamaño que fuese, siempre tendría, como mínimo, una inferioridad de uno a diez frentes a los persas.

Al frente del ejército colocaron a Leónidas, diarca de Esparta, militar sexagenario avezado en mil batallas. Lo que se plantea, desde el punto de vista griego, es la defensa de su libertad frente a la tiranía del gigantesco imperio persa. En las poleis griegas el hombre -el libre, no el esclavo, se sobreentiende- es el centro de todo, ya estén organizadas como oligarquías o democracias.

Leónidas, que sin duda conoce la imposibilidad de una victoria, decide plantar cara a Xerxes en el paso de las Termópilas, angosto camino que sirve de entrada al Ática y el Peloponeso. Junto al muro focense se planta el ejército griego. Durante dos días aguantan las embestidas medas. Al tercero, según la tradición, un lugareño llamado Efialtes enseña un camino a Xerxes que le permitirá atacar la retaguardia helena.

Llega entonces la decisión herocia de Leónidas. Su misión era retrasar el avance enemigo todo lo posible. Eso dijeron en Esparta. En lugar de ordenar una retirada total, envía a casa a la mayoría del ejército griego. Se quedan los 300 espartiatas, 700 tespios y 400 tebanos, nunca he entendido por qué olvidados de casi todos. Y entablan una lucha suicida para dar un día mas a la Hélade para organizarse frente al invasor.

El gesto de Leónidas y los suyos sirvió inmejorablemente. Los atenienses vencieron a la flota persa en Salamina. Y al año siguiente la batalla campal de Platea supone la definitiva derrota persa. ¿Habría sido diferente si Leónidas no hubiese aguantado un día más? Nunca lo sabremos.

Para Leónidas y el resto del millar y medio de sacrificados soldados griegos, lo más importante era cumplir con su deber. El sacrificio valió la pena en cuanto estaban defendiendo un modo de vida anttagónico con el que quería imponer la corte aqueménida. A Leónidas le dieron una orden, y la cumplió más allá de lo que cualquier mortal habría hecho. Lógico que tan fabulosa entrega haya creado tantos mitos como la propia Iliada.


Actualmente, cerca del lugar donde murieron Leónidas y sus compañeros, existe un monumento conmemorativo de tan excepcional hazaña. En él se pueden leer los célebres versos de Simónides: "Ve a decir a los espartanos, extranjero que pasas por aquí, que, obedientes a sus leyes, aquí yacemos”.

Leónidas obedeció las leyes de Esparta. Dio, literalmente, su vida por ellas. Defendió su libertad y la de su tierra junto a otros hombres memorables aunque no conozcamos sus nombres. Ejemplos como este son los que, además de la Historia, construyen la leyenda y mejoran la imagen del ser humano.

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