Cuando se quiere mostrar un ejemplo de compromiso ciudadano, solemos acudir a personajes tan memorables como Sócrates o Cicerón, que murieron defendiendo aquello en lo que creían. Ciertamente, la Antigüedad grecorromana está llena de ejemplares personajes que sufrieron un martirio laico cuando intentaban defender la libertad y la dignidad del hombre.
Siempre me ha fascinado la figura de Leónidas, el rey de Esparta que comandó al ejército griego en la famosísima batalla de las Termópilas. Desde Heródoto hasta nuestros días, aquella expedición en la que participaron, aparte de muchos otros griegos -las fuentes modernas se mueven en unas cifras entre los 7000 y los 14000 soldados helenos-, 300 espartiatas, se ha convertido el lance bélico en un ejemplo de heroísmo temerarioy romántico. El ejemplo más reciente es el filme "300"
donde la muerte de Leónidas alcanza unos tremebundos y muy emocionantes niveles dramáticos donde la tragedia griega, la histórica y la cinematográfica van de la mano.
Más allá de la leyenda, el ejemplo de los griegos que se enfrentaron al ejército persa es sin duda loable. Xerxes, en el 480, diez años después de la batalla de Maratón, amenazaba las ciudades de la Grecia continental con un ejército numerosísimo. Muchos helenos, en lugar de amilanarse, mientras Atenas no se decidía a participar en este primer contingente, crean una ejército que, fuese del tamaño que fuese, siempre tendría, como mínimo, una inferioridad de uno a diez frentes a los persas.
Al frente del ejército colocaron a Leónidas, diarca de Esparta, militar sexagenario avezado en mil batallas. Lo que se plantea, desde el punto de vista griego, es la defensa de su libertad frente a la tiranía del gigantesco imperio persa. En las poleis griegas el hombre -el libre, no el esclavo, se sobreentiende- es el centro de todo, ya estén organizadas como oligarquías o democracias.
Leónidas, que sin duda conoce la imposibilidad de una victoria, decide plantar cara a Xerxes en el paso de las Termópilas, angosto camino que sirve de entrada al Ática y el Peloponeso. Junto al muro focense se planta el ejército griego. Durante dos días aguantan las embestidas medas. Al tercero, según la tradición, un lugareño llamado Efialtes enseña un camino a Xerxes que le permitirá atacar la retaguardia helena.
Llega entonces la decisión herocia de Leónidas. Su misión era retrasar el avance enemigo todo lo posible. Eso dijeron en Esparta. En lugar de ordenar una retirada total, envía a casa a la mayoría del ejército griego. Se quedan los 300 espartiatas, 700 tespios y 400 tebanos, nunca he entendido por qué olvidados de casi todos. Y entablan una lucha suicida para dar un día mas a la Hélade para organizarse frente al invasor.
El gesto de Leónidas y los suyos sirvió inmejorablemente. Los atenienses vencieron a la flota persa en Salamina. Y al año siguiente la batalla campal de Platea supone la definitiva derrota persa. ¿Habría sido diferente si Leónidas no hubiese aguantado un día más? Nunca lo sabremos.
Para Leónidas y el resto del millar y medio de sacrificados soldados griegos, lo más importante era cumplir con su deber. El sacrificio valió la pena en cuanto estaban defendiendo un modo de vida anttagónico con el que quería imponer la corte aqueménida. A Leónidas le dieron una orden, y la cumplió más allá de lo que cualquier mortal habría hecho. Lógico que tan fabulosa entrega haya creado tantos mitos como la propia Iliada.
Actualmente, cerca del lugar donde murieron Leónidas y sus compañeros, existe un monumento conmemorativo de tan excepcional hazaña. En él se pueden leer los célebres versos de Simónides: "Ve a decir a los espartanos, extranjero que pasas por aquí, que, obedientes a sus leyes, aquí yacemos”.
Leónidas obedeció las leyes de Esparta. Dio, literalmente, su vida por ellas. Defendió su libertad y la de su tierra junto a otros hombres memorables aunque no conozcamos sus nombres. Ejemplos como este son los que, además de la Historia, construyen la leyenda y mejoran la imagen del ser humano.
sábado, 28 de mayo de 2011
Leónidas
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martes, 10 de mayo de 2011
Antifonte
A pesar del acuerdo unánime que existe en cuanto a la influencia de la Antigua Grecia en la civilización occidental, a menudo se desconoce hasta qué punto es cercana su influencia; sobre todo en esta época de caos cultural, ético y político en que se ha convertido nuestro entorno con la dichosa globalización. Esto no difiere en demasía de lo que debió ser la Atenas demagógica que acabó con Sócrates, del que ya hablaremos largo y tendido en su momento, en sus momentos.
Para comenzar este blog en donde quiero mostrar la enorme contemporaneidad, para lo bueno y para lo malo, de la Antigua Grecia, quiero comenzar mi retrato de los antiguos griegos hablando de Antifonte, ilustre orador que fue ejemplo de gracias a sus dotes retóricas y oratorias, según la leyenda capaces de convencer a cualquiera de las cosas más asombrosas. Antifonte defendía la ley natural como verdadera frente a la positiva, mera opinión, que a veces dañaba nuestros propios intereses. Ponía como ejemplo que la obligación de decir la verdad en un juicio porque, aunque fueses justo y sincero, ta granjearías la enemistad de aquel contra el que estabas declarando.
Lo curioso de este personaje es que, a pesar de defender un discurso altamente relativista, suele caer bien por ahí. En el libro de "Historia de la filosofía" de Carlos Goñi Zubieta se afirma que Antifonte exponía "valiosos pensamientos éticos". Sin embargo, en su libro "Sobre la verdad", se puede observar fácilmente la esencia del discurso de este pensador:
"La Justicia consiste en no violar las leyes de la ciudad de donde uno es ciudadano. Así, una persona hace justicia en su propio beneficio si acata las leyes positivas si está en presencia de testigos, si acata las de la naturaleza cuando no hay ningún testigo. [...] Así, alguien que viola la ley positiva evita la vergüenza y el castigo si nadie le ve. Pero si alguien intenta violar algunas de las leyes inherentes de la naturaleza, cuando es imposible, el daño que sufre no es menor si nadie le ve, y no mayor si alguien es testigo de su acto". (Texto traducido del inglés: "Greek and Roman Political Thought", editado por la universidad de Cambridge).
Es decir, según la ley positiva, algo está mal sólo cuando te pillan con las manos en la masa. Si estás solo, déjate llevar por tus propios impulsos. Sólo hay que preguntar a un estudiante de instituto sobre si copiaría de estar solo en el aula, sin posibilidad de que le pillasen, y esperar la respuesta. Bien pensado, Antifonte, como pensador ético, quizás sea la mayor influencia de la Antigua Grecia en nuestro querido siglo XXI.
Para comenzar este blog en donde quiero mostrar la enorme contemporaneidad, para lo bueno y para lo malo, de la Antigua Grecia, quiero comenzar mi retrato de los antiguos griegos hablando de Antifonte, ilustre orador que fue ejemplo de gracias a sus dotes retóricas y oratorias, según la leyenda capaces de convencer a cualquiera de las cosas más asombrosas. Antifonte defendía la ley natural como verdadera frente a la positiva, mera opinión, que a veces dañaba nuestros propios intereses. Ponía como ejemplo que la obligación de decir la verdad en un juicio porque, aunque fueses justo y sincero, ta granjearías la enemistad de aquel contra el que estabas declarando.
Lo curioso de este personaje es que, a pesar de defender un discurso altamente relativista, suele caer bien por ahí. En el libro de "Historia de la filosofía" de Carlos Goñi Zubieta se afirma que Antifonte exponía "valiosos pensamientos éticos". Sin embargo, en su libro "Sobre la verdad", se puede observar fácilmente la esencia del discurso de este pensador:
"La Justicia consiste en no violar las leyes de la ciudad de donde uno es ciudadano. Así, una persona hace justicia en su propio beneficio si acata las leyes positivas si está en presencia de testigos, si acata las de la naturaleza cuando no hay ningún testigo. [...] Así, alguien que viola la ley positiva evita la vergüenza y el castigo si nadie le ve. Pero si alguien intenta violar algunas de las leyes inherentes de la naturaleza, cuando es imposible, el daño que sufre no es menor si nadie le ve, y no mayor si alguien es testigo de su acto". (Texto traducido del inglés: "Greek and Roman Political Thought", editado por la universidad de Cambridge).
Es decir, según la ley positiva, algo está mal sólo cuando te pillan con las manos en la masa. Si estás solo, déjate llevar por tus propios impulsos. Sólo hay que preguntar a un estudiante de instituto sobre si copiaría de estar solo en el aula, sin posibilidad de que le pillasen, y esperar la respuesta. Bien pensado, Antifonte, como pensador ético, quizás sea la mayor influencia de la Antigua Grecia en nuestro querido siglo XXI.
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