
Sócrates, que no dejó escrito nada, conmocionó a los atenienses. Ciudadano ejemplar, combatiente en numerosas batallas y modelo familiar, lo dejó todo por la filosofía. Algunos, como Aristófanes, se burlaron de él. Muchos más se fijaron en él y le tomaron como modelo a seguir. Algunos, como Alcibiades, para mal. Otros, como Platón, para bien. Lo curioso es que Sócrates, que sólo buscaba el bien para evitar la decadencia moral, económica y cívica de Atenas, fue condenado por sus propios conciudadanos en un juicio que, aún más que la derrota en la guerra del Peloponeso, supuso el comienzo del fin de la hegemonía ateniense.
Cuando Atenas decidió juzgarle (ciertamente, su manera de enseñar, poniéndolo en duda todo e invitando a la constante reflexión, puede resultar tremendamente irritante), Sócrates, en lugar de intentar salvar su vida, en su famoso discurso de defensa ("La apología de Sócrates"), tan solo intentó resumir su modo de vida, de pensar y de actuar. Insistió en su forma de aguijonear a los atenienses para despertarles de un sueño de embriaguez que había sumido a la Atenas de Pericles en un demagógico gigante al borde de colapso. El resultado, la vergonzante sentencia a muerte de Sócrates, el primer mártir de una manera de entender el hombre y su libertad.
Aún más que en "El Banquete", la personalidad de Sócrates queda reflejada en el diálogo "Critón", también de Platón, que relata un hecho histórico. Al día siguiente a su condena, unos amigos intentaron librar a Sócrates y le invitaron a dejar Atenas camino del exilio. El filósofo se negó, pues entendía que negarse a acatar la sentencia de su propia muerte sería contradictorio con su doctrina. El primer cometido de cualquier ciudadano es cumplir las leyes de su polis. Y así, rodeado de sus amigos, bebió la cicuta y continuó dialogando hasta morir.
El legado de Sócrates es incomensurable. Decidió que el verdadero conocimiento partía del propio hombre y jamás debía dejar de centrarse en él. A partir del diálogo, de la absoluta tolerancia hacia el otro y el riguroso respeto a las leyes, vivió de acuerdo a su ideal y murió demostrando a los demás lo equivocados que estaban. Por mucho que hoy haya gente que intente negarle, Sócrates fue un sabio que abrió el camino hacia lo que hoy somos o, por lo menos, deberíamos ser.
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